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miércoles, 14 de septiembre de 2011

Las prostitutas chinas exigen respeto

Lin sólo tiene 17 años y ya se ha unido a la plantilla. Aunque no sabe nada de cortar el pelo, está empleada en una peluquería que puede advertirse desde la calle gracias a una barra rosa luminosa que brilla a través de la ventana por la noche. Tras haber sido víctima de abusos sexuales y salir de la escuela, Lin abandonó su aldea para encontrar un trabajo en la cercana ciudad de Yilin, en la región de Guangxi, donde se vio abocada a la profesión más antigua del mundo.

Ni sus padres ni ninguno de sus tres hermanos y hermana saben que es una trabajadora sexual o que en tan sólo seis meses de trabajo, ya ha sufrido la humillación de ser detenida y esposada por la policía en varias ocasiones. La propietario del salón se apellida Wang y una empleada llamada Li se enerva al hablar del tratamiento que reciben por parte de la policía, que ha irrumpido en su negocio dos veces en los últimos cuatro meses, dejándola esposada en la comisaría sin ni siquiera poder ir al baño. Wang habla con enfado de las frecuentes visitas policiales que suelen costarle entre 600 y 800 yuanes de multa para sacar a sus empleadas de la comisaría. Nunca le han entregado un recibo y cree que algunos de los agentes se quedan con el dinero.

Uno o dos días después de la redada, el salón de Wang vuelve a abrir sus puertas. Wang dice que estaría dispuesta a pagar por el permiso de apertura, conseguir protección legal y seguir los requisitos de sanidad. “Yo ofrezco un servicio que nadie está obligado a buscar. Hago algo bueno. No es fácil ganar dinero en estos tiempos”, afirma, y añade que una de sus empleadas fue abandonada por su marido y que otra tiene a varios hijos que alimentar. Wang se lleva una comisión de 20% de sus empleadas, que de media le procuran algo menos de 100 yuanes al día.

A lo largo de la historia, la prostitución ha sido vista en China como una profesión exótica, misteriosa, a veces tolerada y raramente olvidada. Tras la fundación de la República Popular en 1949, el gobierno central criminalizó la prostitución y liberó a miles de mujeres que trabajaban como esclavas sexuales. Los registros muestran que más de 200 burdeles fueron cerrados y que 1.286 prostitutas fueron liberadas en Pekín. En Tianjin, fueron más de 400 el número de burdeles clausurados en aquella época.

Sólo en el último par de décadas, la prostitución ha experimentado cierto resurgimiento con burdeles en pequeñas peluquerías que se esparcen por la mayoría de los centros urbanos del país. Estos ubicuos salones emplean principalmente a mujeres del campo que tienen un bajo nivel educativo, pocas oportunidades en sus lugares de origen y mermadas posibilidades de ganarse bien la vida en una gran ciudad. Obviamente, estos salones funcional al margen de la ley y proporcionan servicios sexuales a algunos de los millones de hombres trabajadores migrantes que abandonan sus hogares durante varios meses seguidos. La necesidad de este tipo de servicios probablemente seguirá incrementándose en China, donde para 2020 habrá 30 millones de hombres más que mujeres, según estadísticas de la Comisión Nacional de Población y Planificación Familiar.

En China, la prostitución es punible con un máximo de 15 días de detención y una multa de 5.000 yuanes. La joven Lin, menor de edad y trabajando en la prostitución, revela además la existencia de otros problemas mucho más complejos y profundos. Las xiaojie (señoritas), eufemismo utilizado para referirse a las prostitutas, son tratadas con desdeño por la sociedad y son vistas como fracasadas sin remedio abocadas a un trabajo amargo.

Esta estigmatización social es utilizada por la policía, que en las redadas suelen someterlas a menudo a la humillación pública como método “disuasorio” para otras y para mostrar que están cumpliendo con su trabajo de “limpiar” el barrio. Para ello, pueden llegar incluso a pasearlas junto con sus clientes descalzas, esposadas y atadas unas a otras, como ocurrió recientemente en Dongguan y Shenzhen (provincia de Guangdong). En este último lugar el ‘desfile’ incluía la mención a viva voz de sus nombres, fechas de nacimiento y lugares de origen. El principal objetivo de la policía son las xiaojie migrantes que trabajan en pequeños salones o casas de masajes. Las prostitutas de alto nivel que trabajan fuera de los clubes nocturnos y los hoteles de lujo apenas reciben molestias por parte de la policía.

En estas circunstancias, las trabajadoras sexuales se granjean pocas simpatías y hasta muy recientemente se veían totalmente despojadas de protección. Ye Haiyan, fundadora del Centro Raíz para los Derechos de las Mujeres de China, fue camarera en un karaoke y empezó a escribir sobre el erotismo femenino en su blog en 2011. “Todos los ataques que me llegaban por ello me hicieron darme cuenta de la vulnerabilidad de las mujeres a la hora de enfrentarse a la opinión pública”. Hace cinco años, Ye abrió una oficina para apoyar a las prostitutas de Wuhan, capital de Hubei, con varios voluntarios. Ye opina que “el cuerpo de una mujer es un don y que ella tiene el derecho a decidir si quiere ganar dinero con él”.

Ye celebra charlas con las prostitutas en Wuhan y desde 2006, según cuenta, ha tenido contacto con más de dos mil de estas mujeres en la ciudad. En estas actividades, ye ofrece consejos e información sobre enfermedades de transmisión sexual y sobre sus derechos legales; no obstante, la primera lección versa sobre autoestima, para ayudarles a construir su dignidad y hacerles ver que su trabajo es “una contribución a la sociedad”. “Gracias por vuestra contribución para la reducción de los conflictos sociales y los abusos sexuales. Gracias por cuidar de los trabajadores migrantes y los adictos al sexo. Gracias por vuestro coraje en un ambiente laboral difícil, habéis impulsado la industria del ocio y el PIB del país”, así comienza Ye sus encuentros.

Li Yinhe, célebre sexóloga china de la Academia de Ciencias Sociales, cree que la legalización de la prostitución sería beneficiosa para China. “Contribuyen a la estabilidad social, a la reducción del desempleo y reducen la incidencia de agresiones sexuales”, opina. En 2006, la delegada de la Asamblea Popular Nacional Chi Susheng intentó presentar una propuesta para legalizar la prostitución, pero fue rechazada por su delegación provincial por ser un tema demasiado delicado, según el rotativo hongkonés Ming Po. Ye instruye a las prostitutas de Wuhan en la defensa de sus legítimos derechos legales, como pedir el número de identificación a los agentes de policía y ser informadas de los motivos de su interrogatorio o detención, así como a ser cacheadas únicamente por otra mujer.

Sin embargo, sus esfuerzos no siempre son recibidos positivamente. Ruo Xiao, usuaria del microblog Weibo y que dice ser prostituta, afirma: “No quiero que me vean como una persona disminuída. La compasión puede herir tanto como la discriminación”, afirma, citada por Global Times. “Toda la sociedad necesita cambiar”. Su microblog cuenta con 160.000 seguidores.

Fuente: Centro de Información por Internet de China


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