Se cumple un año desde que afloró el último conflicto armado en Costa de Marfil. A su paso no solo dejó más de 3.000 muertos y miles de desplazados. El 40% de los marfileños, más de ocho millones de personas, subsiste bajo el umbral de la pobreza. La inseguridad, dificultades para la alfabetización, el desempleo y heridas sin cerrar completan el paisaje que muestra hoy el país. En abril de 2011, desde Duekoué, Vicente Grupeli, misionero salesiano, demandaba auxilio internacional para hacer frente a la crisis humanitaria.
"En la misión faltan alimentos, agua potable y medicinas -explicaba- y la gente tiene miedo de volver a sus casas. Cada día muere una persona, y son 30.000 los desplazados internos que se hacinan en un lugar donde caben 8.000 personas de pie. No hay comida, la gente duerme en el suelo, faltan letrinas y duchas. No tenemos agua potable ni alimentos para tantos refugiados". Esta era la desesperada situación que se vivía hace apenas 11 meses.
En los meses de verano aún había 15.000 personas en el patio de la misión, aunque ACNUR ya tenía una parcela preparada para crear un campo de refugiados con unas mínimas condiciones de salubridad. Actualmente los salesianos atienden en Duekoué un internado para niños de la calle y un centro de formación profesional. En la parroquia de Santa Teresa del Niño Jesús, donde hubo más de 30.000 personas refugiadas, tan sólo quedan 1.000.
Actualmente la situación se va normalizando. Según los misioneros salesianos "el país está intentando volver a la normalidad. Se han abierto las escuelas, los mercados y los servicios públicos. Sin embargo, continúan los rebrotes de violencia y mucha inseguridad en el país". Además, las condiciones de vida aún son "inhumanas": el 40% de la población no tiene sus necesidades alimentarias cubiertas y el 17% de los niños están malnutridos. Además, el 50% de los menores no pueden ir a la escuela, y más de la mitad de los jóvenes entre 15 y 24 años no saben leer ni escribir. Finalmente, alrededor de 11 millones de personas viven hacinadas en los slums (barrios marginales donde se convive con la miseria) de las grandes ciudades.
Publicado en el diario El Mundo
Autor: María Cappa
"En la misión faltan alimentos, agua potable y medicinas -explicaba- y la gente tiene miedo de volver a sus casas. Cada día muere una persona, y son 30.000 los desplazados internos que se hacinan en un lugar donde caben 8.000 personas de pie. No hay comida, la gente duerme en el suelo, faltan letrinas y duchas. No tenemos agua potable ni alimentos para tantos refugiados". Esta era la desesperada situación que se vivía hace apenas 11 meses.
En los meses de verano aún había 15.000 personas en el patio de la misión, aunque ACNUR ya tenía una parcela preparada para crear un campo de refugiados con unas mínimas condiciones de salubridad. Actualmente los salesianos atienden en Duekoué un internado para niños de la calle y un centro de formación profesional. En la parroquia de Santa Teresa del Niño Jesús, donde hubo más de 30.000 personas refugiadas, tan sólo quedan 1.000.
Actualmente la situación se va normalizando. Según los misioneros salesianos "el país está intentando volver a la normalidad. Se han abierto las escuelas, los mercados y los servicios públicos. Sin embargo, continúan los rebrotes de violencia y mucha inseguridad en el país". Además, las condiciones de vida aún son "inhumanas": el 40% de la población no tiene sus necesidades alimentarias cubiertas y el 17% de los niños están malnutridos. Además, el 50% de los menores no pueden ir a la escuela, y más de la mitad de los jóvenes entre 15 y 24 años no saben leer ni escribir. Finalmente, alrededor de 11 millones de personas viven hacinadas en los slums (barrios marginales donde se convive con la miseria) de las grandes ciudades.
Publicado en el diario El Mundo
Autor: María Cappa
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