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viernes, 8 de noviembre de 2013

La carta

Querido Marco, aunque todavía te quedan algo más de tres meses para venir al mundo, quería avisarte de algunas de las cosas que te tocará vivir en este nuestro singular planeta. No todas serán malas, ni mucho menos, porque por encima de todo hay algo intangible llamado ley natural, que con el tiempo va poniendo cada cosa y a cada persona en su lugar. Es verdad que no será fácil, pero si te empeñas y tienes la suerte de hallar el camino, nada ni nadie podrá interponerse. Para empezar, porque tu madre te alumbrará en el mal llamado Primer Mundo, donde la crisis se mide en euros y en el número de objetos electrónicos a los que puedes acceder.

Aquí no es como en muchas otras partes, donde la recesión es algo con lo que se nace y se calibra por las veces al día en que te llevas algo caliente a la boca. O por el número de vacunas que te pueden poner, algunas de las cuales ni siquiera son necesarias en un país como el tuyo, donde confortables hospitales dan respuesta a las necesidades sanitarias de la gente. Y algo parecido ocurrirá con tu educación, que aunque pobre y condicionada por los politicuchos de turno, será gratuita y obligatoria, porque así lo dicta un libro grande llamado Constitución, un conjunto de derechos y deberes con los que sueñan muchos niños y mayores de otras partes de la Tierra. Es lo que se ha dado en llamar democracia, un término que te intentarán explicar en el colegio, un lugar al que te llevarán tus padres en coche o una guagua, para que vayas descansado y puedas rendir; para que te hagas un hombre de provecho y no tengas necesidad de pedir favores que luego te pasen factura.

En ese colegio, además, tendrás la oportunidad de escoger hasta religión, porque aunque muchos se empeñen España es un país libre donde la gente dice lo que piensa sin miedo a que te metan en la cárcel. Seguro que un día te preguntarás qué es la cárcel, y ni tu madre ni yo sabremos responderte, porque hoy en día hay en la calle casi tantos chorizos como convictos en los centros penitenciarios. Pero tú tranquilo, con calma, porque lo bueno de la vida es que te va enseñando sin necesidad de libros ni cuadernos. Bastará con que escuches y pongas atención a lo básico, de que seas bueno y justo con los demás y des oportunidades a las personas en la misma medida en la que te las darán a ti. Tendrás que ser fuerte y superar adversidades porque, como dijo una vez un señor mucho más inteligente que tu padre, “la muerte está tan segura de ganar que te da toda una vida de ventaja”.

Posdata: Ya estoy deseando de que llegues, porque para ti, como para nosotros, será una experiencia apasionante.

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