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lunes, 31 de agosto de 2015

Vacaciones


Cada año pienso lo mismo: “Necesito urgentemente las vacaciones”. Imagino, no obstante, que el 99% de los españoles afortunados que pueden disfrutar de los merecidos días de asueto coinciden conmigo en esta afirmación. Pero lo cierto es que, teniendo en cuenta la precariedad en la que se mueve el mercado y las leoninas condiciones a las que son sometidos los nuevos esclavos del siglo XXI –que en mi modesta opinión son los mileuristas-, el poder desconectar durante unos días, aunque sean pocos, debería convertirse en un derecho humano fundamental.

Porque no solo es sano y saludable, también redunda en el beneficio de los explotadores, que reciben a la vuelta a sus subordinados mucho más frescos y sanotes. Estos, además, no tendrán excusa durante meses en realizar todas las tareas con la misma o mayor eficacia que antes de irse, porque si no seguro que alguien en el despacho o en la planta de arriba les recuerda eso tan manido de: “Tienes suerte de poder cogerte unos días, y ya quisieran muchos estar en la misma situación que tú”. Y la verdad es que no les falta razón, porque en la cola del paro hay decenas de sujetos desesperados que darían medio brazo por poder conseguir un empleo, y si encima este conlleva vacaciones, estoy seguro que entregarían el brazo entero si fuera necesario. 

Bueno, quizá exagere, que tampoco hay que amputar si no es estrictamente imprescindible. Pero, volviendo a la realidad actual, sí me sorprende mucho cómo el tener un trabajo digno se ha defenestrado tanto que algunos ya lo comparan con un artículo de lujo, como podía ser hace unos años comprarse un Mercedes o tener un piso en Torrevieja. La culpa, fundamentalmente, la tienen los propios trabajadores, que no han sabido defender aquello que les corresponde, un derecho inalienable que persiguen ahora más de cinco millones de españoles. Ninguno de ellos podrá irse de vacaciones este verano, como seguro tampoco lo hicieron los últimos veranos, a pesar de que las estadísticas y las macrocifras que manipula el Gobierno parecen empujarnos a todos a un mar de calma y prosperidad. 

Nada más lejos de la realidad. Las islas, los paraísos y, en definitiva, el merecido descanso estival, solo está ya al alcance de unos pocos bolsillos, posiblemente los mismos que al volver de las vacaciones seguirán pensando en recortes, expedientes de regulación de empleo y despidos. Y para los que se queden y logren capear el temporal, el único consuelo será pensar que el año próximo, antes o después, volverán esos días de asueto donde uno puede respirar y sentirse afortunado por formar parte de un sistema que nos ha enseñado a vivir para trabajar, y no al revés. Felices vacaciones. Nos vemos en octubre

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